Una chica que me ha rogado permanecer en el más absoluto anonimato por salvaguardar su carrera como cocinera profesional en Suecia, decidió, un buen día, aventurarse en el oscuro arte de la cocina oriental tradicional y romper con un gesto la barrera culinaria que deja Asia a un lado y al otro Europa.
Pretendía elaborar rollitos de primavera por el método cantonés tradicional, es decir, comprándolos congelados en el Lidl y friéndolos en una sartén. El primer paso lo realizó sin demasiados problemas adquiriendo el producto con inigualable maestría, demostrando un buen dominio de la tarjeta de crédito y viajando en autobús con soltura a través de páramos de terrorífico nombre como Tingvallahallarna. En el segundo paso llegaron los problemas, pues nuestra protagonista de hoy no dominaba por aquel entonces la técnica secreta y milenaria de freir congelados.
Su inexperiencia no la detuvo. Leyó detenidamente las instrucciones en sueco, noruego, finlandés y danés, maldijo las cuatro lenguas en gallego, castellano, francés e inglés. Acto seguido calentó el aceite a la temperatura a la que se funde el acero y soltó dos rollitos de primavera a la deriva sobre una "balsa de aceite" en ebullición. Los rollitos de primavera fueron carbonizados al instante en su parte más externa o exorrollito, se tornaron de un color tan negro que atraían la luz hacia ellos. El núcleo del rollito quedó gélido, duro e incomestible para cualquier persona en su sano juicio, efectivamente Markus se los comió sin mediar palabra. Yo propuse cambiar el nombre de rollitos de primavera por rollitos de verano-invierno mientras maldecía mi suerte porque una gota de aceite me había quemado la mano.
Las autoridades chinas ya se han puesto en contacto con esta terrorista gastronómica para que detenga estos atentados alimenticios contra sus más sagradas tradiciones.
Me parece bien que exista un Lidl en los páramos de Tingvallahallarna, moradas ancestrales de dioses como Loki, Thor, Odín o Santa Klaus. Ellos también tienen derecho a comer productos de ínfima calidad.
ReplyDeleteIncreíble Luis, me he reído mucho. Espero que estés bien por allí. Los Krankos te echamos de menos. Cuídate.
ReplyDeleteEl Markus que se comió el exorrollito carbonizado, ¿no será el mismo que se perdió en su propia biblioteca?
ReplyDeletequiero conocer a markus :)
ReplyDeleteGracias por volver a escribir!!
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