He desistido. En Suecia no hay rincón mágico. He probado detrás de la puerta, debajo de la cama, en la silla... y nada, volvía día tras día y la ropa seguía ahí, impasible, indolente y arrugada. Así que decidí tomar cartas en el asunto y tras investigar un poco descubrí que existe una habitación con el único propósito de lavar la ropa llamada lavandería.
Lleno de emoción me aprovisioné de todo lo necesario para realizar la primera colada de mi vida. Compré detergente, detergente para colores y suavizante. Ufano como un niño, reservé hora en el cuadro que un día os mostraré y esperé con ansia la hora de lustrar mis prendas preferidas, pero no contaba con dos factores que combinados iban a hacer que la palabra "colada" fuera la más apropiada para el resultado de la debacle textil que allí se produjo. Mi falta de experiencia unida a que la lavadora estaba en sueco del Mordor profundo hizo que decidiese dejar en manos del azar el destino de mi ropa.
Ojo a que es obligatorio lavar la ropa en top-less. |
Catástrofe; todo encogió; la secadora hizo que encogiese más aún y aún sufro compresiones de primer grado en las articulaciones y tengo grabadas las costuras de mis camisetas en la piel. He aprendido de mi error y he hecho dos cosas.
- He pedido consejo a gente que ha puesto más de una lavadora en su vida y he aprendido que la ropa y el calor no se llevan bien.
- Me he hecho una chuleta.